lunes, 12 de febrero de 2024

Qué hacer con estos pedazos / Piedad Bonnett

Un retrato descarnado de la vida matrimonial, la vejez y las relaciones familiares. A sus sesenta y cuatro años, Emilia se enfrenta a la remodelación de su cocina. Su marido lo ha decidido por su cuenta, sin hacerle demasiadas consultas, y ella, que sólo quiere estar sumergida en sus libros y en su escritura, se siente incapaz de oponer resistencia. En medio de un ambiente doméstico asfixiante, que aparenta tranquilidad, pero está cargado de pequeños gestos de violencia, se desenvuelven los días de esta mujer que no sólo encara la vejez que amenaza a su padre, sino también la suya propia, mientras hace un balance de su vida y de sus ambiguas relaciones íntimas. Con una prosa rotunda que recuerda su poesía, y empujada por una autenticidad feroz, Piedad Bonnett construye una semblanza de la plácida y peligrosa insatisfacción, y de mujeres arrinconadas por muy distintos tipos de maltrato, desde los mínimos e imperceptibles, hasta los más evidentes y letales.

Primer párrafo.

A veces basta tirar una piedra sobre un tejado para que una casa desmorone. Emilia vio entrar a su marido con el que debía ser un maestro de obra, o un pintor o un plomero, Toda la vida él se ha ocupado de las reparaciones, algo que ella agradece y también odia, porque siempre es sin aviso, mañana empiezan a pintar la casa, la semana entrante vienen a mirar esas humedades. Podrías preguntarme, ¿no?, protesta Emilia todas las veces. En esta oportunidad ella sólo comprendió de qué se trataba cuando el maestro se fue y el marido entró a su estudio con cara triunfante y le anunció que estaba pensando remodelar la cocina. Remodelar la cocina puede ser el fin del mundo, gimió Emilia, abriendo a la vez los ojos y la boca, y empezando a argumentar, vacilante por la estupefacción, que a ella su cocina le encantaba, que esa madera era finísima, que le gustaba ese aspecto viejo de los aparadores, ese aire de lugar usado, que ellos no necesitaban una cocina nueva, que era un gasto innecesario, pordiós. Pero él quería tener una cocina moderna, como la de su hermano, donde poder cocinar con agrado, poder moverse cómodamente. Pero si tú no cocinas, cocina Mima, suplicó Emilia, anticipándose a la derrota. Y la derrota la avasalló, como tantas veces, culpable como vive del deseo que la domina desde hace un tiempo de no hacer sino lo que le dé la gana, lo que no la incomode.

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