sábado, 24 de agosto de 2024

La obra del sueño/ Fernando Cruz Kronfly

Novela de fundación y de estirpe, homenaje a los progenitores, La obra del sueño abre una nueva veta ficcional y prefigura la exploración posterior del fin del libertador Simón Bolívar en su viaje tragicómico hacia la nada. Cruz Kronfly escribe desde un lugar marcado por el cruce de caminos, porque él mismo es fruto de la mixtura de razas y parece que en cada nueva obra despliega una gran sombrilla imaginaria para los habitantes del exilio: un libertador entre olor de letrinas y podredumbre de cuerpos afiebrados huye exiliado y vapuleado por su gente, mujeres modernas se exilian de un lecho a otro buscando una felicidad que nunca llegará y todos recuerdan viejas casonas llenas de flores y de pájaros o se encierran en recámaras a masticar su derrota. De toda su prosa brota el dolor y el desasosiego, y mana el grito del niño perdido que todos llevamos adentro y cuya convocatoria es dínamo de la obra narrativa.
Primer párrafo.
Más allá, en aquel paisaje de fotografía que mis ojos tienen delante de sí, alcanzo a ver a Mario. Espigado y fino, delicado en el manejo de sus manos y de voz aflautada, atraviesa presuroso delante de las galerías del comedor y consigue el tintineo de la cristalería. Canalla mío, te perdono y te amo, encaramado como lo has estado por tanto tiempo en el trampolín de mi vida. A sus espaldas suena la cristalería nunca cambiada de sitio desde el tiempo de los mayores y tan sólo removida en los días del aseo general. Limpio, lavo mi cuerpo con agua de ceniza y un poco de removedor lunar, pobre alma mía. Sigo a Mario, quien transportaba en veloz carrera una bandeja de plata con dos vasos adentro, y cuando dobla en dirección al aposento de mis hijas alcanzo a ver el muro que se despeja a sus espaldas yen donde ahora se balancean algunas fotografías: imágenes grabadas en color sepia que los manuscritos del tiempo dejaron allí sonriendo para siempre o presas de una lejana tristeza de daguerrotipo, ay!, o suspirando apenas muro abajo, muro arriba, muro adentro en nuestra memoria limpia de sombras, allí los parientes con sus sueños: papá, mamá, mis dos hermanos varones y mi otra hermana, la de ojos azules y aristocráticos; y hacia la parte de encima, un poco marginal al aura de mi madre, la presencia de mis tíos de ambas ramas de la sangre que fueron más próximos al afecto familiar mientras estuvieron vivos. 

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