lunes, 2 de septiembre de 2024

Claudio, el Dios y su esposa Mesalina / Robert Graves

Esta novela se centra en el reinado de Claudio como emperador y en los primeros años de Herodes Agripa como gobernante, con un apego a las fuentes históricas que encuentra su máxima expresión en el célebre discurso de Claudio ante el Senado acerca del voto y  los jurados. Tartamudo, tullido, aquejado de varios tics nerviosos, despreciado por sus sanguinarios parientes (como su sobrino Calígula), Claudio consiguió, sin embargo, sobrevivirlos a todos, acompañado por su lasciva esposa, hasta caer asesinado a manos de Agripina, la madre del emperador Nerón. El modo en que Graves consigue hacer verosímil la exposición de la propia muerte, en lo que se presenta como una autobiografía, da la talla del talento de Graves y ha pasado a la historia como uno de los recursos literarios más ingeniosos y acertados. 

Primer párrafo
Han transcurrido dos años desde que terminé de escribir la larga historia de cómo yo, Tiberio Claudio Druso Nerón Germánico, el tullido, el tartamudo, el tonto de la familia, a quien ven digno de la molestia de ejecutar, envenenar, obligar a suicidarse, desterrar a una isla desierta o matar de hambre -que fueron las maneras en que se eliminaron los unos a los otros-, los sobreviví a todos, incluso a mi insano sobrino Cayo Calígula, y de cómo un día fui aclamado inesperadamente emperador por los cabos y sargentos de la guardia de palacio. Terminé el relato en ese punto dramático, cosa que fue la menos juiciosa que un historiador profesional como yo podía hacer. Un historiador no debe interrumpir su narración en un momento de suspenso. Habría debido llevar el relato por lo menos una etapa más adelante. Habría debido contar que pensaba el resto del ejército en cuanto al acto inconstitucional de la guardia del palacio, y qué opinaba el Senado, y qué sentía en cuanto a aceptar un soberano tan poco promisorio como yo, y si hubo después derramamiento de sangre, y cuál fue el destino que corrieron Casio Querea Aquila, El Tigre - oficiales todos de la guardia- y Vinicio, que era el esposo de mi sobrina, y los otros asesinos de Calígula. La última cosa sobre la que escribí se refirió a los pensamientos poco pertinentes que me pasaron por la mente mientras me vitoreaban y me llevaban en torno al palacio, sentado incómodamente sobre los hombros de dos cabos de la guardia, con la corona de hojas de roble doradas de Calígula ladeada sobre la cabeza. 

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