Calendario es un viejo que cuenta historias y la novela es la vida de tres muchachos y una muchacha que se las escuchan. Alberto, Antonia, Javier y Josefina acuerdan, a la muerte de Calendario, reunirse en su tumba cuarenta años más tarde, justo en el fin del milenio. Todos acuden a la cita, aunque no se encuentran, y le llevan una prenda significativa de su propia existencia. Este libro admite diversas formas de lectura. Cada capítulo tiene autonomía, pero traza líneas de comunicación, a veces muy sutiles, con los demás. Por ejemplo, alguien sacará provecho leyendo el primero y el último y explorando, después, aquí y allá. Para otro, la vía puede ser de atrás para adelante...
Primer párrafo
El camino se abrió en una pequeña colina: eligió el sendero de tierra amarilla y abandonó el de piedra. Un sol descolorido formaba un orificio en un cielo nublado; traspasándolo, pensó con amargura, encontraría respuesta al enigma que con ahínco reflexionaba. Unos terrones se desprendieron de un barranco, como si hicieran una señal. El viento difundía un rumor continuo de pinos apretujados. Un lago apareció a poca distancia, el agua se expandía en débiles círculos concéntricos, como si murmurara. Descifró en el canto de un pájaro este mensaje: "puede ser"... "puede ser". El viento se apagó en un despeñadero, en el que pudo apreciar un tupido follaje, capas vegetales muy verdes brotaban desde el fondo del precipicio, y en o más profundo vislumbró una superficie hexagonal que vibraba; conocía apenas la belleza del peligro. Zumbaron los cucarrones y revolotearon las mariposas. Extrañaba la voz humana, pero no moduló palabra. Se oyeron golpes de hacha; las astillas penetrarían el aire como saetas. Más adelante descubrió unas pencas que resguardaban una empalizada con puentecitos y fosos simulados; se reconfortó con la imagen de un vigía que distraído otearía el horizonte. Lo asustaron unos dedos gruesos, de unos veinte centímetros de largo, incrustados en la arena; eran más de doscientos, muchos se mecían indicándole un "no", los otros se agitaban como si tocaran panderetas. Escuchó ruidos disonantes.